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sábado, 4 de febrero de 2017

- febrero 04, 2017

jueves, 28 de abril de 2016

Signo
identificador
Imagotipo principal
Imagotipo secundario
Identidad
cromática
R: 183 - G: 167 - B: 89
Hexadecimal: #b7a759
Pantone: Solid Coated 617 C
C: 24 - M: 28 - Y: 71 - K: 9
R: 25 - G: 25 - B: 25
Hexadecimal: #191919
Pantone: Solid Coated Neutral Black C
C: 0 - M: 0 - Y: 0 - K: 94
Variaciones
cromáticas
Tipografías del
identificador
Identidad Visual
Identificador gráfico Cooperativa de Trabajo Obrera de Tolosa Ltda.
La organización
Obrera de Tolosa es un frigorífico recuperado por sus trabajadores que se dedica a la elaboración, producción y venta de alimentos cárnicos y derivados. Ubicada en la localidad de Tolosa, La Plata, ha permanecido, no sin dificultades, en la industria de la carne desde que recuperaron la planta en 2006.
El nacimiento de la cooperativa está vinculado al vaciamiento y posterior quiebra (a principios de 2005) de la empresa El Tolosano S.A., una firma que había sido toda una referencia en la industria frigorífica de la zona. Luego de meses sin cobrar y ante la eminente quiebra y pérdida de sus puestos de trabajo, los trabajadores decidieron tomar la planta con intenciones de ponerla a producir inmediatamente por sus propios medios.
El proyecto
A partir de 2013, con colaboración de la Federación de Cooperativas de Trabajo Manuel Belgrano y del Grupo de Economía Autogestionada, la cooperativa comienza a desarrollar una nueva estrategia productiva y comercial con el fin de capitalizarse, diversificar y elevar su capacidad productiva y aumentar sus volúmenes de venta. Dentro de esa estrategia constaba, como elemento central, la construcción de una identidad propia y lo suficientemente fuerte y atractiva que permitiera, por un lado, fortalecer los vinculos al interior de la cooperativa y, por otro, posicionar a la empresa en el mercado de los alimentos.
El concepto
A la hora de trabajar, buscaba una marca que evocara experiencia, calidad, exelencia, sencillez y modernidad. De allí surgieron algunos pocos bosquejos que reflejaban con cierta nitidez (unos más, otros menos) tales conceptos. Sin embargo, ninguno cumplía con el propósito de representar la globalidad de la empresa; es decir, al ser una cooperativa, una organización que va más allá de lo meramente empresarial, era necesario construir, además de una marca comercial, una marca institucional.
El resultado final fue un imagotipo sencillo, pero al mismo tiempo elegante y moderno con cierto aire retro. Esto, en líneas generales, representa, además del esfuerzo por desarrollar productos de calidad, la innovación y vista puesta en el futuro, sin olvidar la historia del frigorífico (incluso previa a la transformación en cooperativa), el cual, gracias al empeño de sus trabajadores, supo ser una referenca en la zona; un espacio que se pretende recuperar y expandir.
- abril 28, 2016

jueves, 7 de abril de 2016

I

Nos dormíamos bien tarde, ya entrando la mañana, porque, quién sabe –nosotros, claro–, intuíamos que la luz solar podría producirnos ataques de cacofonía o alguna de esas esclerosis francesas que suelen tomarse algunos individuos de cierta edad, entre muchos otros y peores males solares. Rectifiquemos: no lo intuíamos, estábamos plenamente seguros, la ciencia nos lo certificaba y nuestra formación positivista no nos permitía dudar de ella siquiera mínimamente. Así que lo dicho: nos dormíamos minutos antes de que los primeros halos de luz de la mañana iniciaran su juego pestilente, evitándonos cualquier tipo de pesadilla y dolores de cabeza. A la distancia puedo afirmar, con absoluta certeza, que no nos equivocábamos. Hoy, gracias a ello, nos mantenemos fuertes, sanos e inmunes entre toda esa turba indigesta y mandrilea que infesta el centro y la periferia, incluso ahora que hemos abandonado esa práctica (nos hemos extirpado los ojos). Aunque, en honor a la verdad, a veces, sólo a veces, nos despertábamos con alguna intermitencia, pero por no más de cinco o diez minutos. Es decir, en tantos años, en esas discontinuidades, jamás abandonamos el estado de ensoñación. Pero, para evitar confusiones, debo aclarar que nunca abríamos los ojos, a menos que el reloj nos marcara que podíamos hacerlo.

Como es de prever, dada nuestra aversión a la luz solar, probablemente usted esté pensando que despertábamos entrada la noche o, en su defecto, al atardecer, cuando el sol ya se ha ocultado casi por completo. Pues bien, debo decirle que si así lo creé, se equivoca. Nuestra aversión –o, mejor dicho, precaución– era a la luminosidad matinal, a los rayos que se extienden desde minutos después del primer crepúsculo hasta el meridiano solar. Por lo tanto entenderá, porque es lógica pura, que despertábamos en horas del mediodía, entre las 12 y las 13 aproximadamente. Cierto es que en ocasiones (a decir verdad, más de las que hubiésemos querido, en una relación cuatro o cinco veces superior) lo hemos hecho por la tarde, sin sobrepasar jamás el límite de las 16.30 o 16.35. Éramos realmente estrictos al respecto. El buen tino de haber optado por un riguroso y estudiado sistema tanto práctico como moral, con una voluntad y disciplina de hierro, por momentos casi automáticas, nos ha reportado grandiosos resultados, los cuales pueden observarse a la luz del estado de pauperización y decadencia de la inmensa mayoría de los mortales; incluso –y esto es sólo una conjetura, pero altamente probable– en relación a usted mismo.

Ese rígido plan, como ya he inferido, tenía poco que ver con aquello del descanso y de las fases REM o MOR, con sus movimientos oculares, o lo tenía tangencialmente; el descanso, como normalmente se lo entiende, era casi un lujo para nosotros, aunque descansábamos, claro. Permítame explicarme: podrá usted deducir que, humanos como somos, hubo no pocas circunstancias en las que nos encontramos realmente extenuados a mitad de la noche producto del ajetreo del día y el echarse a dormir hubiera sido lo que necesitábamos; sin embargo, no podíamos permitirnos dar pie a despertarnos antes del mediodía, un descuido podíamos pagarlo muy caro. En general, cuando más temprano uno se duerme, más temprano se despierta. De modo que aunque el cansancio nos fulminara el cuerpo y el cerebro, no accedíamos al descanso sino hasta poco tiempo antes del primer crepúsculo, asegurándonos que despertaríamos pasado el mediodía solar.

Habíamos aprendido realmente mucho del profesor Zoran Sisadzijo, un emigrado serbio que conocimos de casualidad cuando teníamos entre 12 y 14 años. Fue, si mal no recuerdo, en el ’46 o en el ’57, cerca del Río Santiago, luego de una tarde de pesca absolutamente infructuosa. No recuerdo día de pesca más triste que ese. Volviendo a casa por la orilla del río, con los tachos vacíos y barro hasta el pecho –diga que hacía unos 39° de sensación térmica y el barro se iba convirtiendo en polvo, porque se hubiera hecho imposible caminar en esas circunstancias–, encontramos al viejo Zoran por la ladera oeste, junto a una cantidad de artefactos extrañísimos, uno de ellos verdaderamente enorme: una mesa de madera sobre la cual se montaba una suerte de guillotina altamente brillante, una serie de tubos de cristal de distintos tamaños y formas con líquidos verdosos, azulados y rojizos en sus interiores, tres telescopios de diversos tamaños, una cajuela donde podía caber un hombre de estatura mediana con comodidad pegada a un costado de la mesa, entre otros elementos más pequeños. El profesor se encontraba a unos cincuenta metros de los aparatos, mirando al horizonte a través de una pelota metálica de color negro. Nosotros detuvimos nuestra marcha y nos quedamos observándolo e inspeccionando esos artefactos a la distancia. No nos atrevíamos, no sabría decir porqué, a acercarnos, pero la fascinación nos envolvía por completo.


II

La sala es un completo caos. Mil setecientos hombres gritan y gesticulan como primates. Vuelan papeles, carpetas e improperios. Nunca se los vio tan animados.

–¡Aquí no hay lugar para vosotros!

–¡En las iglesias estaríais mejor! ¡Ese es el lugar para místicos como vosotros!

–Le teméis a la evolución del pensamiento. ¡Vosotros sois los verdaderos curas!

Mil seiscientos setenta y siete hombres contra veintitrés.


III

Luego de algunos minutos, quizás 15, quizás 20, Sisadzijo emprendió carrera hacia nuestra ubicación, gritando en un idioma para nosotros incomprensible. Con el tiempo supimos que se trataba del serbio, aunque jamás aprendimos más que unas pocas palabras y frases sueltas de salutaciones, como “sranje”, “jebem”, “popusis mi kurac krasni” o "јебачу te”. Entendíamos que nunca utilizaríamos el idioma para comunicarnos más que con Zoran y éste debía adaptarse a nosotros por estar precisamente en nuestro ambiente cultual. Pero sigamos. Quedamos petrificados ante la situación, sin siquiera intentar escapar o protegernos. No; nos quedamos en el mismo lugar mirando en silencio cómo ese hombre se nos venía encima. Fue en el ’44 o en el ’55, cuando teníamos entre 14 y 16 años. Al alcanzar nuestra posición, Zoran se mostró sensiblemente agitado, algo extraño para haber recorrido apenas cincuenta metros, pero así fue. Después de recuperar el aliento, nos llamó junto a la mesa de los telescopios y los tubos con un movimiento de manos. Nosotros atendimos al llamado, sin pensar que podría hacernos pasar por la guillotina. A decir verdad, no parecía un hombre peligroso. La guillotina tampoco era una guillotina. El profesor fue hasta el escritorio que se hallaba, desde nuestra posición, en el rincón izquierdo de la habitación, junto a la ventana, y de un cajón sacó una bolsa con caramelos Media Hora. Nos dio dos a cada uno. Eran realmente espantosos, de un sabor a café rancio inexplicable, como históricamente lo han sido los Media Hora. Nunca entendí cómo podía comercializarse una golosina tan horrenda y elaborada en base a trans-1-metoxi-4-(prop-1-enil)benceno, cuyo consumo en abundancia puede provocar convulsiones. Es sorprendente lo que los hombres pueden llegar a hacer por amor al dinero; ese es uno de los grandes problemas del contacto ocular con los rayos del sol. Cierto es que no he conocido a nadie víctima de convulsiones producto del consumo abusivo de caramelos Media Hora, pero eso no es un justificativo para su comercialización. Que no haya ocurrido no significa que no pueda hacerlo. Tampoco he conocido amantes de los Media Hora. Seguramente los haya. Sí he conocido quienes han caído en coma producto del consumo de licor de anís, pero deduzco que ha sido más efecto del alcohol que del trans-1-metoxi-4-(prop-1-enil)benceno. Posteriormente a convidarnos esas horripilancias, extrajo, de un bolso que estaba junto a un sauce, un fajo de papeles que esparció en el piso. Eran una centena de hojas que contenían una variedad de dibujos, gráficos con líneas ondulantes y cálculos –por entonces– incomprensibles para nosotros, una serie de letras, números y signos en una infinita cantidad de ecuaciones. Abundaban “x”, “y”, “UVL”, “eV”, “hν”, “g”, “δg”, “λ”, “∼”, “Tk”, “γ”, “φ”; bueno, usted entenderá de qué hablo. Ante esa maraña de papeles, Sisadzijo parecía emocionado; al menos eso pensamos al ver su cara. Sí, no había dudas, su rostro reflejaba emoción. Y pudimos comprobarlo inmediatamente, cuando tomó una de esas hojas y con un marcador subrayó una ecuación y una frase en evidente serbio, para mostrárnosla gritando “¡mirrad! ¡Mirrad!” (i.e. “¡mirad! ¡Mirad!”):


E (d ) = 985δ sin (167° +1°.4658d) + 238δ sin (185° + 0°.1673d)/(20.4/1.9)
=
1023.6741979259910876034057197765d

y


“Владајућа идеја у свакој старосној икада идеје владајуће класе”1.

No estoy seguro de qué pasó después, pero sí recuerdo que Zorán afirmó que, luego de treinta y cinco años de investigaciones, estaba a pasos de descubrir la cura definitiva a los males solares, las causas fundamentales y primeras de todos los males. Es decir, lo que el profesor quería significar es que estaba a punto de encontrar la fórmula que podría salvar a la humanidad de la pestilencia en la que hoy se encuentra. Pero claro, como no podía ser de otra manera, su muerte cinco o diez años más tarde, en el ’44 o en el ’58, se lo impidió y con él se fue la oportunidad más cercana de salvación. Nosotros estamos haciendo lo que podemos, pero, verá usted, no tenemos la agudeza mental de Zoran.


IV

La sala es un antiguo coliseo techado ubicado en el barrio De Pijp. Mandado a construir por el estatúder Willem II van Oranje-Nassau en 1649, será destruido en 1910 por orden de la reina Wilhelmina van Oranje-Nassau. Sobre los terrenos que ocupaba, más tarde se erigirá una parte del barrio latino.

Sobre el rincón superior derecho de la sala dos hombres se han retado a duelo. Se trata del antropólogo sueco Lennart Rövhål y el astrofísico polaco Nicolai Matkojebca. Habiendo elegido padrinos, éstos concuerdan en desarrollar el ritual de honor en el Vondelpark dentro de cuatro días. La reunión se ha desvirtuado hacia circunstancias inauditas.


V

Ese fue nuestro primer contacto con la mederisolislogía, ciencia de la que nos enamoraríamos, no sabría decir si sinceramente o simplemente por temor. De cualquier modo, hemos dedicado gran parte de nuestra vida al estudio y puesta en práctica de esta ciencia de todas las ciencias y de todas las no ciencias. Y hoy nos hallamos en momentos decisivos.

No me detendré a explicar qué es la mederisolislogía, pues supondría una pérdida de tiempo, una redundancia. Deduzco que si usted se ha interesado por estos escritos, es porque conocerá más no sea vagamente de qué se trata. Por lo demás, estas líneas han sido ideadas para circular entre mederisolislogos e interesados, los cuales, dicho sea de paso, no abundamos. Cierto es que, así como en las ordenes masonas, es desconocido el número de miembros, sabiéndose apenas algunos pocos nombres destacados –entre los que, sin vanagloria, tengo el privilegio de encontrarme–; información que únicamente poseemos quienes pertenecemos al mundo de la mederisolislogía. Se creé que no somos más de 500 alrededor del mundo, entre mederisolislogos e interesados. Siendo así, y ateniéndonos a la trágica historia de esta ciencia, refuerzo mi opinión de la innecesaridad de explicar de qué se trata. Sí me detendré, somera y esquemáticamente, a hacer algo de historia, a los efectos de plantear un recorrido que permita entender cabalmente a qué nos referimos con “momentos decisivos”.

Si bien en un principio los mederisolislogos creyeron que cualquier contacto con los rayos del sol, en cualquier momento del día, provocaba efectos negativos sobre los hombres, en investigaciones posteriores llegarán a la conclusión de que ello sólo podía ocurrir por contacto ocular. Por tal motivo, postularán, como medida preventiva preliminar –hasta avanzar en sus investigaciones–, el uso de gafas refractarias elaboradas con silicio fundido, bismuto y wolframio. Sin embargo, jamás se desarrollaron gafas de este tipo debido a su costo y dificultad de elaboración y a la reticencia de la comunidad científica a aceptar las tesis mederisolislógicas. Aun así, el físico mederisolislogo italiano Daniele Osvaldo Scopa, descubrirá que este tipo de gafas, esencialmente por la utilización de bismuto, producía aberraciones cromáticas, pérdida de efectividad visual –puesto que aquel metal se oxida con facilidad– y hasta posibilidades de esquizofrenia, daños en el hígado, escorbuto, gingivitis, senilidad y hasta muerte por intoxicación.

Algunos años más tarde, el neurólogo y aristócrata búlgaro Luboslav Svirkadjiya, luego de diez años de investigaciones, ideará un casco al que llamó Luyno Glava. Se trataba de una media esfera desarrollada con distintas aleaciones metalíferas, principalmente tantalio, niobio, wolframio y renio. Era una esfera metálica que se cortaba por la mitad y en diagonal desde el mentón hasta el centro de la cabeza y se cerraba a la altura de los hombros. Al frente, en el hueco restante, se disponía una amplia pantalla hecha con distintas capas de policarbonato, siendo este el elemento clave para la protección de los ojos. De tal modo, el casco cubría toda la cabeza. La invención de Svirkadjiya correrá la misma suerte que las gafas. Resistido por la industria y por la comunidad científica, Luboslav tomará la decisión de invertir gran parte de su fortuna en la producción del Luyno Glava. Así se trasladará en varias oportunidades a Colombia, Venezuela y el Congo en búsqueda de coltán (tantalio y niobio), componente fundamental de la base de su invento, aunque no tan importante como el policarbonato utilizado para el visor. Irá sobre todo al Congo, donde se concentra el 80 por ciento del coltán mundial. Estos viajes, más la extracción y traslado de los minerales y el ensamblado del casco lo dejarán prácticamente en la ruina, pero logrará producir tres Luyno Glava, utilizando a dos de sus hijos y a él mismo para probar su funcionalidad. Para su desgracia –y la de la humanidad– comprobará que su invento era altamente eficaz para la protección de los ojos frente a los rayos del sol, pero no para la protección frente a los males mentales que estos causan en los hombres, que es, justo es repetirlo, la tesis fundamental de la mederisolislogía. Arruinado y desorientado, Svirkadjiya abandonará la mederisolislogía para siempre, dedicándose exclusivamente a la neurología, pero dejará un invento que casi un siglo más tarde será de suma utilidad para la NASA y el antiguo sueño humano de surcar por el espacio. Aunque pocos se lo reconozcan, Luboslav Svirkadjiya ha sido el inventor del casco espacial y de todos los cascos protectores y anteojos de sol modernos.

Este será el último invento elaborado por la mederisolislogía. Al menos el último que se conoce. La tragedia de esta ciencia impedirá avanzar mucho más en la materia, abandonada a esfuerzos meramente individuales, a esfuerzos de hombres y mujeres que, empujados por las circunstancias, se han convertido en lumpenes de la ciencia.


VI

El neerlandés Volkert van der Pikhoofd tomará la palabra, despachándose con un alegato que indignará a más de uno:

–Habláis de una gigantesca conspiración. Un movimiento no es una conspiración, y nosotros todo lo hemos hecho a la luz del día. No hay secreto alguno en nuestra propaganda. Anunciamos de palabra y por escrito una próxima revolución, un cambio en el sistema de producción de todos los países industriales del mundo, en el sistema de investigación y de todas las ideas hasta hoy conocidas; y ese cambio viene, ese cambio no puede menos de llegar...

”Hemos de explicar al pueblo sus condiciones y relaciones sociales y las ideas inicuas que sustentan nuestras sociedades; hemos de hacerle ver los fenómenos sociales y las circunstancias y leyes bajo las cuales se desenvuelven; por medio de la investigación científica hemos probado hasta la saciedad que el sol es la causa de todas las iniquidades tan monstruosas que claman al cielo. Nosotros decimos además que el sistema del salario, jerárquico y divisor de clases como forma específica del desenvolvimiento social, habrá de dejar paso, por necesidad lógica, a formas más elevadas de civilización; que dicho sistema prepara el camino y favorece la fundación de un sistema cooperativo universal. Pero vosotros, por conveniencia, os oponéis. Son vosotros unos mezquinos arrogantes que pretenden condenar a la humanidad a la inequidad y a la locura para toda la eternidad. Pero nosotros estamos dispuestos a romper todas las barreras y a entregar nuestras vidas de ser necesario2

Las palabras de van der Pikhoofd suscitan un caos aún mayor. Algunos intentan tomarlo a golpes. Otros amenazan con retirarse si no se moderan los discursos. Los presentes parecen lejanos a llegar a un acuerdo.


VII

Como decimos, la mederisolislogía ha tenido una historia desafortunada. Y lo ha sido ya desde sus orígenes etimológicos, pues proviene de las literales voces latinas mederi y solis, que significan “curar” y “sol”, respectivamente, y de la griega logos, que significa “tratado”, “estudio”, “conocimiento”. Esto ha originado acalorados debates, dado que literalmente significa “tratado/conocimiento para/sobre curar al sol”. Sus detractores, entonces, comenzarán a plantear que una ciencia que no puede definirse a sí misma científicamente con justeza y propiedad, no puede alcanzar el estatus de ciencia. A partir de aquí se iniciará un proceso de rechazo y persecución que, como veremos, llegará hasta las últimas consecuencias. Tanto Jürgen von der Schwanz3 como sus seguidores, sobre todo el lingüista francés Édouard Albert Enculé, intentarán defender el nombre, pese a que coincidirán con sus críticos en que es imposible saber de qué habría que curar al sol y en caso de saberlo, cómo; además de que la denominación en nada tiene que ver con sus propósitos de estudio. A todas luces ha sido una pésima elección nominal.

Con todo, el principal problema que los meredisolislogos han debido enfrentar ha sido, como ya se dijo, el rechazo de la comunidad científica, no sólo desde el punto de vista etimológico (que es, en todo caso, lo menos importante), sino más aún a considerar sus tesis e incluso a aceptarla como ciencia. Un recorrido similar, aunque decididamente más penoso, al de la psicología, a la que finalmente se la aceptó como disciplina científica. En rigor, la mederisolislogía ha tenido una vida oficial de apenas diez años. El Congreso Europeo de Ciencias realizado en 1989 en la ciudad de Ámsterdam, convocado por única vez a efectos de tratar la cuestión mederisolislogía, desterrará a esta ciencia al campo de la fe y de la mística. Serán filósofos metafísicos y eclesiásticos quienes le den la estocada final, rechazándola también de su ámbito de acción e influencia. Posteriormente, la presión de científicos, eclesiásticos, filósofos y hasta políticos hará desaparecer todo rastro de su existencia, eliminándola de la historia, destruyendo sus pocos estudios publicados, de los cuales se conservan apenas una decena de escritos en una biblioteca europea cuya dirección se mantiene en estricto secreto por precaución, y confinándola al oscurantismo. Von der Schwanz, dos años después de aquel Congreso Europeo de Ciencias de 1899, dirá que los rechazos se debieron a que la mederisolislogía podría derribar todas y cada una de las creencias científicas, sociales, políticas, económicas y religiosas construidas a lo largo de la historia de la humanidad, por lo que el mundo tal cual se conocía –y aun se conoce, agregamos– entraría en un estado de crisis y caos absoluto. Fieles a la verdad como somos, diremos que no se equivocaba en lo más mínimo.


VIII

El hombre más viejo, aunque no necesariamente el más sabio, uno de los diez que dirigían la reunión, llamó a silencio golpeando una campanilla de un sonido agudísimo. De pronto todos se callaron.

–En vista a que no podéis poneros de acuerdo, el Consejo se reunirá en cuarto intermedio hasta las cuatro y tomará una decisión sobre el caso –dijo.

–¡Protesto! –gritó Jules Ordure– En el Consejo no tenemos representantes y podemos estar seguros de cuál será el resultado. La democracia exige que tomemos una decisión aquí mismo…

–¿Y quién le ha dicho a usted que esto es una democracia?

Tras esto, los diez consejeros se encerraron en una de las habitaciones contiguas.


IX

Tomando en cuenta estos antecedentes, nuestra intención y todos nuestros esfuerzos, entonces, se dirigen a revertir su historia y a redimirla. No por capricho, sino porque entendemos que el futuro de la humanidad depende de ello. La mederisolislogía es el único camino que tienen nuestras sociedades para superar y desterrar para siempre aquello que Étienne de La Boétie ha llamado “servidumbre voluntaria”4. Podrán tildarnos de místicos, subversivos, comunistas y hasta de populistas, pero estamos dispuestos a enfrentar a toda la sociedad para salvarla de ella misma.


X

El Consejo estará en aquella habitación por alrededor de cinco horas. En tanto, en la sala, la lucha discursiva se torna cada vez más áspera.

Por fin regresan los consejeros. Se hace un silencio casi sepulcral. La expectación es absoluta. El más viejo de los consejeros anuncia el veredicto. La decisión es la esperable, pero traerá algunas sorpresas.

Las tesis de aquellos veintitrés hombres resultan rechazadas en los términos más categóricos, prohibiéndoseles retomarlas ellos mismos o cualquier descendiente sin limitaciones de tiempo ni espacio. Cinco de aquellos veintitrés son ordenados a recluirse en un instituto mental a designar. Y todos serán denunciados ante las autoridades de sus respectivas naciones por subversión del orden –sólo dos serán efectivamente condenados a prisión, en la que estarán casi dos meses–. También decidirán destruir todos los libros, opúsculos y manuscritos del grupo y prohibir que se los nombre por el resto de los días.

Años más tarde se sabrá que los consejeros tomaron la decisión en apenas diez minutos, utilizando las restantes casi cinco horas para tomar té con masas finas y jugar al aluette.


XI

Es la revolución. O casi. En estas calles del principado de Turdera por las que jamás ha pasado un carterista, ni un bailarín flamenco, ni una motocicleta de delivery, ni un camión lechero, ni, muy probablemente, un afilador con su armónica montado a un caballo bargigiano, los vecinos se toman de los pelos para ver quién se ha comprado la mejor sartén. Es un caos de gritos y gentes, como en los mejores tiempos de potencias mundiales, cuando este pueblo era observado por otros pueblos por su fama de rebeldes entusiastas y los monarcas y burgueses le temían como a la peste5. Los chicos corretean alrededor de los adultos, pateando una pelota que pareciese hace años perdió la cámara y se abrazan cuando, de casualidad o no, la hacen pasar entre las piernas de aquellos. Nosotros despertamos porque ya ha pasado el mediodía solar y nos predisponemos a desayunar cereales de avena y huevos revueltos. Luego nos dedicaremos a calcular cuándo será mediodía en diversas estaciones hasta Cochabamba, puesto que hemos sido invitados a una convención sobre farmacéutica molecular y viajaremos, a falta de mejor vehículo, en un convoy de mediados del siglo XVIII. Como podrá entrever, deberemos tener en cuenta todas las variables posible, tanto de clima como de tiempo, porque viajando en un convoy de esa clase es imposible prever cuáles y cuántas serán las dificultades y cuántos días estaremos en viaje. Precavidos como somos, saldremos seis meses antes.

En esa convención aprovecharemos para dar publicidad a nuestros descubrimientos y para sacar del entierro histórico a la mederisolislogía. Iremos preparados ante cualquier eventualidad, para poder sostener cualquier tipo discusión y poder refutar todas y cada una de las posibles refutaciones. Hemos estado investigando y preparándonos por más de cincuenta años para enfrentar una ocasión como esta. Usted tal vez nos dirá que es inoportuno hablar de mederisolislogía en una convención sobre farmacéutica molecular y debo decirle que tiene parte de razón. Pero, verá, es la última chance que tenemos para sacar de la sobra a esta noble y humanística disciplina antes de morir, viejos como estamos. Además, concentrados en nuestros propios estudios y en nuestros mundos, no hemos dejado discípulo alguno. Esto, claro, nos remuerde la conciencia, porque hemos defraudado a nuestros predecesores, quienes aún en el destierro siempre procuraron mantener viva la disciplina, trasmitiéndola de generación en generación. De modo que esta convención servirá, también, para redimirnos de alguna manera.

Lamentablemente, los pormenores y el desenlace de esta historia no podré otorgárselos aún. Usted entenderá y me disculpará. Si la mederisolislogía ha esperado más de un siglo (desde 1745 o 1958 a esta parte) para darse a conocer en todo su esplendor, ella y usted podrán esperar un año más. Aunque la humanidad, y esto es una verdad irrefutable, ha entrado en agonía ya en el siglo XVII, muriendo en el XIX con la Revolución Industrial. Quizás podamos revivirla como en la Cataluña del ’36. Todo dependerá de nuestros ojos.


_____________________________
Notas:
1) Como podrá suponer, no retengo estas grafías serbias de memoria desde aquel momento, sino que las transcribo directamente de los escritos de Zoran, parte de los cuales he recibido previo a su muerte en el ´47 o ’59. Disculpará, también, que no le proporcione la traducción, es que en el principado donde nos encontramos, está terminantemente prohibido hacer referencia, en español, a teorías y citas comunistas. Sólo diré –arriesgándome ante los censores– que la misma se encuentra en el Capítulo I de Die deutsche Ideologie.
2) Casi un August Vincent Theodore Spies y un Michael Schwab.
3) Astrónomo, físico, filósofo y psicólogo alemán nacido en 1985 cuyos estudios darán origen a la mederisolislogía a principios del siglo XIX.
4) C’est le peuple qui s’assujettit et se coupe la gorge: qui, pouvant choisir d’être sujet ou d’être libre, re¬pousse la liberté et prend le joug, qui consent, qui consent à son mal ou plutôt le pourchasse.
5) “Un pujante palpitar sacudía la entrada de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en un mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba”.
Imagen de encabezado: "Le faux mirror", René Magritté.
- abril 07, 2016
Como si me atravesara
una bengala
en el medio de la frente
rumiando espinas
catapultando incienso
voy sepultando las horas
y los manteles
haciendo del carruaje un
molinete
doblando mi espinazo
y mis cinceles
perdido en la noche
y en el día
montado a un sauce ya muerto
y en la joroba de un dromedario
arrojo cáscaras de mandarina
quemándome la lengua con
un capsicum
soy pura miasma
puro entuerto
un torrente de esquelas y sopletes
una perfecta colección de espectros
Imagen de encabezado: "Le faux mirror", René Magritté.
- abril 07, 2016

Ardiente esmero espiralado, lengua roja, húmeda, voraz; cándido estremecimiento en las pupilas. La cabeza amarilla, como un pato, como una yema de huevo mezclada con leche o americana. Los ojos verdes de un verde verdor azulado o azules de una azulez verdosa. Se mueve intrépida con las pantuflas empeluchadas, tomándome las manos como a dos linternas, respirándome al oído para cantarme un Lev Bronstein de ensueño. Y resuenan sus muslos en la colcha, girando el torso como caviar, como cangrejo. Salpicando el pico en picada, permitiéndome aplaudirle las palmas con mis palmas. Pierdo el pulso en un palpitar que perdura como una patada prístina. Y asedio el arco como a plumas, quedando atrapado entre sus dientes.

La marea sube y baja, como pequeños tsunamis de espuma, explotando sin fondo en cada recoveco, en cada curva; es como un vals para conejos, una suerte de aguardiente de sabores dulzaceos. Yo me dejo engullir como una rodaja de queso Holanda y le clavo un clavel en las guirnaldas, para luego espolvorearle un carnaval. Es la intensidad sin medianeras.

Al alba se muda un canto que ya no es de cisne ni de tapir; es un canto de fábula, de alcastro, de codeleite. Rugen, entonces, tigres de bengala en mi mediastino medio. Es la parte más gloriosa de todo laberinto, contando incluso flashbacks y juegos de mesa.

Imagen de encabezado: "La cita", Eugenio Fernández Grnell.
- abril 07, 2016

lunes, 4 de abril de 2016

A C. R. B.

La vida es una farsa barata,
sin objetivo ni parto inicial1.

Todavía pensaba en Emilia, cuando subía por la quinta calle hacia lo que dieron en llamar pequeña IV Internacional de 57. Hacía apenas tres días que habían vuelto al Coliseo. Un regreso que sabían presumible. Nunca se tomaron demasiado en serio las despedidas. No obstante, éstas fueron realmente fuertes.

Agosto, para él, volvía a ser hermoso. Con ese viento azul que se cuela por entre los edificios sin pedir permiso ni presentarse hola, ¿qué tal? En su cabeza se arremolinaban un sinfín de pensamientos acalorados como nueces y tostadas. Tenía ante sí un mundo nuevo de lo viejo. Y llevaba en su bolsillo la última y única nota que se han escrito.

Los ojos de Emilia, celestes como el pasto, se le incrustaban en la memoria y no podía sentir mayor sensación de calma. Sólo sintió pena por las baldosas, de esas penas que se les puede tener a los leprosos o a los lisiados. Pero, a decir verdad, ya no le importaba. Tenía ante sí un mundo viejo de lo nuevo.

En la cuadragésima octava calle se cruzó con dos hombres que parecían grandes nobiliarios de la baja burguesía, aunque francamente no podía asegurarlo. Las apariencias pueden dar grandes respuestas, pero suelen engañar. Uno de ellos sostenía un rabo entre las manos y presentaba un corte a la altura del pómulo izquierdo. El otro, rubio al platino, cargaba algunos pequeños libros de cubierta negra. Los llevaba apretados contra el tórax, sus manos no eran más que los muñones de las muñecas. Ambos vestían pulcros trajes negros, con camisas blancas y corbatines también negros y de escaso grosor. El último de los dos, posteriormente a realizar una extraña pirueta —muy similar a aquella que solía hacer Michael Jackson, girando sobre su propio eje, como un trompo—, se paró frente a nuestro protagonista impidiéndole el paso. Por tres o cuatro movimientos cualquiera hubiese jurado que ensayaban una pieza de vals: si uno iba a la izquierda, el otro iba a la izquierda; si en cambio iba a la derecha, aquel también iba a la derecha. Finalmente el de los muñones habló, con una voz como salida de una lata de arvejas.

—¿Oíste la buena nueva?

Naturalmente, para el héroe de esta historia las buenas nuevas sólo podían relacionarse con Emilia. Algo por demás lógico: todos solemos pensar que lo que nos interesa es el centro del mundo.

—La Tierra deforma el espacio-tiempo de nuestro entorno, de manera que el propio espacio nos empuja hacia el suelo…

Emilia era algunos pocos centímetros más alta que él, lo suficiente como para dejar constancia de la desproporción.

—El nexo de unión entre espacio y tiempo es la geometría: lo que ocurre es que, en presencia de una masa, el espacio-tiempo se deforma, de modo que cualquier otra masa nota ese espacio deformado y se ve obligada a seguir trayectorias diferentes a cuando estaba el espacio sin deformar, sin ninguna masa.

Tenía, pues, impaciencia por ver a Emilia, de manera que se las ingenió para librarse de los dos hombres con apenas un movimiento. A lo lejos aún continuó escuchándose aquella voz símil metálica:

—Hermanos míos, ustedes no tienen la fe de nuestro Señor Jesucristo, nuestra gloria, con actos de favoritismo, ¿verdad? Pues, si entra en una reunión de ustedes un varón con anillos de oro en los dedos y con ropa espléndida, pero entra también un pobre con ropa sucia, pero ustedes miran con favor al que lleva la ropa espléndida y dicen: “tú toma este asiento aquí en un lugar excelente”, y dicen al pobre: “tú quédate de pie”, o: “toma tú ese asiento allá debajo de mi escabel”, tienen distinción de clases entre sí y han llegado a ser jueces que dictan fallos inicuos, ¿no es verdad?

”Escuchen, mis amados hermanos. Dios escogió a los que son pobres respecto al mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino, que él prometió a los que lo aman, ¿no es verdad? Ustedes, sin embargo, han deshonrado al pobre. Los ricos los oprimen a ustedes, y los arrastran ante los tribunales, ¿no es verdad? Blasfeman contra el nombre excelente por el cual ustedes fueron llamados, ¿no es verdad? Por eso, si ustedes practican el llevar a cabo la ley real según la escritura: “tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”, hacen bastante bien. Pero si continúan mostrando favoritismo, están obrando un pecado, porque son censurados por la ley como transgresores.

En el camino siguió pensando en Emilia y en su buena fortuna. ¿Cómo podía ser que, después de tantas perfidias, todavía lo tuviera en consideración? Pensó que había allí algún dejo de predestinación o quizás sólo mera causalidad. Sin embargo, aunque se lo preguntara, no le interesaban en demasía las razones para ello. Canturreó mentalmente en dirección a la pequeña IV Internacional. Allí lo esperaba Emilia, tal vez con la misma impaciencia con la que él iba a su encuentro.


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Todo orden social produce en la masa de sus componentes las estructuras de que tiene necesidad para alcanzar sus fines principales. Tiene que haber una correlación importante entre la estructura de la sociedad y la estructura psicológica de sus miembros2.


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Los jueves son realmente extraños. Hay en ellos una fuerza oculta e indescifrable. La fiebre o el cansancio –un cansancio atroz e inmovilizante– suelen apoderarse de todo mi cuerpo. Hoy desperté pasadas las 20. Me había dormido a las 23 del día de ayer


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El cuarto cigarrillo de la madrugada se quemaba rápidamente en su boca. Eran las cuatro del viernes y, como siempre, no podía dormir. Desde hace años sufre de una extraña mezcla de insomnio y somnolencia; su cabeza, generalmente, es como Kosovo en plena guerra. Ha reincidido algunas veces en médicos, neurólogos y psicólogos; finalmente terminó hastiándose de ellos. De vez en cuando se arrepiente, sobre todo cuando falta a sus responsabilidades diarias. Por un cuarto de hora, tal vez más, observó a Emilia dormir, sentado en la silla que se encuentra contra la ventana de la habitación. Luego de hacerse un café, negro y bien cargado como los prefiere, se sentó en el sillón del living y prendió el televisor para ver la nada misma en un zapping continuado.

Habían dejado pasar la tarde y la noche del jueves entre charlas banales, mediadas por mates dulces, y el visionado de algunas películas (él nunca había visto tantas películas en tan poco tiempo): Un condamné à mort s'est échappé y Mouchette, de Robert Bresson; Week End, de Jean-Luc Godard; A Nous la Liberté, de René Clair, y Persona, de Igmar Bergman. Aunque ya las había visto en algún momento de su vida, quedará impactado nuevamente por cada una de ellas. Esa misma noche quedaron en ver dos que él nunca ha visto: L’Argent, también de Bresson, y Smultronställe, de Bergman.

Se sentía realmente bien, como siempre que Emilia y él consiguen llegar al final del día sin chocar ni exasperarse. Así como Oliveira. En otros tiempos habrían discutido por las cosas más nimias y vagas. Evidentemente algo habían aprendido. O, tal vez, se trataba apenas de la bonanza de los primeros tiempos. Él esperaba que no fuese así.

A Emilia la conocería al día siguiente. De casualidad. Será en una fiesta organizada por un viejo amigo de ambos (al que no ven desde hace más de tres años). Esa noche apenas cruzarán dos palabras resumidas en un saludo. Con el tiempo irán encontrándose con mayor asiduidad, en otras fiestas, en reuniones sindicales (participando en grupos opuestos), en manifestaciones estudiantiles, en casa de aquel amigo, en carruseles y colectivos. Por aquellos tiempos los dos se encontraban solos. Emilia hacía sólo dos meses atrás que había roto con un castor con el cual salió por casi cuatro años. Él seguía atrapado por alguien que no conocía personalmente. Será Paola, a la que él detestaba sin saber bien por qué, quien oficie de celestina. Insistirá incansable e insoportablemente hasta lograr unirlos. Mes y medio más tarde se separarán para regresar casi tres meses después. Estarán juntos por dos meses más hasta volver a disgustarse. Por un largo tiempo mantendrán una relación libre, de esas de las que hablaban Émelie Armand, Alexandra Kollontai o la Generación Beat. O más o menos. Una relación basada casi exclusivamente en encuentros sexuales no precisamente casuales. Se llamarán los fines de semana e, incluso, a veces entre semana. Luego de algunos meses se distanciarán por poco más de un año, convencidos de que estaban jugando un juego insatisfactorio.


Ha seguido a una joven cineasta. Tuvo el honor de conocerla hace años y nunca experimentó mayor placer: sus labios tienen el poder de dejarlo pasmado. Es curioso cómo los aprendizajes llegan tan tarde. Uno termina lamentándose de sus propios desvíos


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Llegó carta desde Turdera. Escribe Oscar. Lo esperaba hace mucho tiempo.


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Sí, estaba algo furiosa, lo reconozco. Pero recordaba tus ojos en nuestro penúltimo encuentro y algo me dijo que podría valer la pena intentarlo otra vez.


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El café se le había enfriado habiendo ingerido sólo la mitad de la taza. Concentrado en sus cavilaciones, no sorbió más que un trago. Odiaba no terminar el café, así que se dirigió nuevamente a la cocina y se preparó uno nuevo. Esta vez se juró a sí mismo beber hasta la última gota, incluida la borra. En eso despertó Emilia, siendo alrededor de las 6.30.

–¿Por qué sos tan cenizo? –preguntó ella.

–No lo sé. Tal vez porque nací sin haber cumplido los nueve meses de gestación…

–No se puede vivir en un mundo descontrolado.

–No se puede vivir si tu noción del mundo es un serpentario.

–No se puede vivir si tu noción de la vida es un serpentario.

–La vida se divide entre un edén de falansterios y un serpentario.

–La vida la decidimos nosotros3.


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Las ideas burguesas penetran en todos los ámbitos. Principalmente en la idea de familia, base de todo el entramado social, porque es la encargada de la reproducción ideológica. La burguesía nos tolera, porque somos una pareja. Una pareja burguesa. Tenemos que luchar contra las concepciones que ostenta la burguesía. Convertirnos en una pareja revolucionaria. En un tiempo lo intentamos, pero controlados por la ideología dominante, fracasamos. No hicimos nuestro mejor esfuerzo. Libertario y trotskista, tenemos elementos para hacerlo.

Si hoy la burguesía nos tolera, si nos casáramos o tuviéramos un hijo nos toleraría aún más. Porque formaríamos una familia. Es el modo en que el sistema nos atrapa. Para ser una pareja revolucionaria tenemos que subvertir todas las etapas, como indican los procesos revolucionarios: etapas. Primero la etapa de posesión. Vos ni yo somos cosas que se tienen. Hoy estamos atrapados en esa idea. Tenemos que quitárnosla de encima. Eso no indica vía libre a la traición. Tampoco derecho a nuevos emparejamientos. No. Indica respeto mutuo; respeto por los tiempos y espacios de cada uno. Sé que ya te habías manifestado en ese sentido; yo me negaba a entenderlo. Lo malinterpretaba. Vos tampoco estabas plenamente seguro de lo que decías. Es educación política. Educación revolucionaria. Luego de superado ese estadio del proceso, podríamos pensar en convivir. El matrimonio es otra idea burguesa. Más tarde quizás un hijo. Y, para romper con la idea burguesa de familia, debemos educarlo revolucionariamente.

Estamos lejos de todo ello. Lo sabemos, somos prudentes. Lo he entendido. Pero es nuestro deber revolucionario problematizarlo. Teoría. Acción revolucionaria. Análisis concreto de la situación concreta. Mirar hacia adelante.


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QueridO amigO:

Sé que debía –a esO me había cOmprOmetidO– escribir hace seis meses atrás; entenderás que nuestras investigaciOnes apenas nOs dejan tiempO. DebO decirte que lO que estamOs viviendO es cinematOgráficO. HemOs descubiertO cOsas que, cuandO les demOs publicidad, harán temblar nO sÓlO a la cOmunidad científica, sinO también a la humanidad entera. ClarO que nO tOdOs accederán a nuestras revelaciOnes. Bien sabemOs que la ciencia nO gOza de lO que se dice pOpularidad. Es ciertO, sí, que tiene una reputaciÓn envidiable (reputaciÓn que, justo es decir, pese a que lOs resultadOs de la mayOría de ellas sOn absolutamente equivOcadOs, se ha ganadO pOr méritO propiO) y, salvO religiOsOs fundamentalistas o ultramOntanOs, tOdOs lOs mortales tienen un espíritu pOsitivista vulgar, pOr lO que nadie descree de la ciencia; perO sOn muy pOcOs aquellOs que se interesan seriamente pOr ella. COincidirás cOnmigO en que vivimOs rOdeadOs de mediOcres. De tOdOs mOdOs haremOs nuestrO mayOr esfuerzO para dar a cOnOcer nuestras investigaciOnes. Aun cuando el mundO se venga abajO. Para cOnstruir hay que destruir, ¿verdad?

EstOy segurO de que cOn nuestrOs descubrimientOs la mederisOlislOgía4 saldrá finalmente del OscurantismO al que la han desterradO. Al fin tantOs añOs de esfuerzO y dedicaciÓn han dadO sus frutOs. El prOfesOr SisadzijO estaría OrgullOsO de nOsOtrOs.


***

—¡Contra la patronal y la burocracia!

”¡Lucha continua!

”¡La violencia de los trabajadores, de las fábricas a la calle!

”La violencia de los trabajadores.

”De las fábricas a la calle.


LA IDENTIDAD.


—...de las fábricas a la calle!

”¡Lucha continua!

—¿Qué hace?

”¡Documento! ¡Documento!

”Emilia Fabbi. 9 N° 1125


LA IDENTIDAD.

LA IDENTIDAD5.


***

Siendo las 7 de la mañana, Emilia prepara café, de modo que para él será su segunda taza y media. Lo acompañan con tostadas untadas de manteca y azúcar. Ella se mira los senos a través de la abertura de su remera. A él le gustan. Son de una redondez exquisita; pequeños pero amables. Se miran a los ojos pero no emiten más sonido que los mordiscos sobre el pan tostado. Sonríen.

Faltando diez minutos para las 8, Emilia lo despide con un beso en los labios, mezclando los trozos de pan enmantecado con sus salivas. Repentinamente a él se le viene un cansancio y un sueño atroces —producto evidente de no haber dormido en toda la noche—, pero no sucumbe al llamado sirénico de la cama; no puede faltar nuevamente al trabajo. Promediando las 9 se va. Ha comenzado a llover y el frío y el viento parece que serán inclementes todo el día.


***

Te daré la primicia, perO antes te pediré que, en la medida de tus pOsibilidades, cOmiences la tarea divulgatOria pOr tu cuenta. NOs sería de gran ayuda. HemOs descubiertO que el cOntactO Ocular cOn lOs rayOs sOlares de la mañana, más nO sea a través de una hendija, es altamente peligrOsO para el hOmbre, prOduciendO nO sÓlO una multiplicidad de prOblemas físicOs, sObre tOdO en la musculatura y en las cuerdas vOcales, sinO también —y cOn mayOr agudeza— una serie de trastOrnOs mentales que van desde alteraciOnes del lenguaje y la cOmprensiÓn a la perversiÓn (incluidO el asesinatO), la avaricia, la aceptaciÓn de las jerarquías, de la supremacía del mercadO y de la divisiÓn en clases, castas O tribus y la creencia de la necesidad del Leviatán. BuenO, a decir verdad, nO hemOs descubiertO muchO más que nuestrOs predecesOres. Pero sí ha sidO méritO exclusivO nuestrO el hallazgO de que pasadO el mediOdía sOlar, es decir cuandO el sOl abandOna el cénit al menOs pOr un gradO, sus rayOs pierden tOda fuerza y efectO sObre lOs hOmbres, aunque nO respectO al restO de la naturaleza.

AmigO míO, debO pOner fin a la escritura y vOlver al trabajO. Queda muchO pOr hacer. Además el imbécil de Hannibal DOminik SalOpard (creO que ya te he cOmentadO algo de él) está exigiendO que deje libre la Olivetti.

Te saludO afectuOsamente,

Oscar.


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Agosto vuelve a ser hermoso. A las cinco de la tarde un viento azul se cuela por entre los edificios sin pedir permiso ni presentarse hola, ¿qué tal? ¿Te he dicho que sos encantadora? Podría quedarme así hasta que los mayordomos se vuelvan bencina y los plesiosauros se conviertan al protestantismo. Mañana miraremos películas, pero hoy andaremos por los rincones de la ciudad sin más horizonte que llevarnos de las manos con la mirada. Pues el gusto por las cosas del amor lo he aprendido de vos, como he aprendido que el incienso tiene alma de poeta.


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Olvidemos a Shakespeare, ese magnífico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido común. Con experiencia y sentido común no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueños desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueños ocultos, vergonzosos y frustrados6.


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Notas:
1) Tzara, Tristán, “Manifiesto Dadá (1918)”.
2) Reich, Wilhelm, en La psicología de masas del fascismo.
3) Casi un Juan Salanova.
4) La mederisolislogía (de las voces latinas mederi, “curar”, y solis, “sol”, «?ó???», logos, “tratado”, “estudio”, “conocimiento”) es la ciencia dedicada al estudio de las distintas problemáticas médicas, psicológicas y naturales derivadas de la acción de los rayos solares, sus causas, sus consecuencias y los métodos preventivos y curativos. Para su formulación en tanto disciplina científica, producto de su objeto de estudio y sus derivaciones, se conjugaron una serie de otras ciencias, como la astronomía, la psicología, la antropología, la medicina, la biología, la neurología, la física, la matemática, agregándosele una fuerte dosis de metafísica y misticismo filosófico. Se crearía, así, la llamada ciencia de las ciencias, generando una fuerte polémica por un breve lapso de tiempo.
Su nacimiento en tanto ciencia específica data de principios del siglo XIX, bajo los estudios del astrónomo, físico, filósofo y psicólogo alemán Jürgen von der Schwanz, aunque sus orígenes pueden remontarse a los inicios de la ciencia en general. Según von der Schwanz y sus continuadores –entre los que destaca el psicólogo y antropólogo también alemán Joseph Ludwig Scheißkerl–, existen evidencias de que algunos pensadores de la antigua Grecia, como Thales de Mileto o Aristóteles, ya se habían preocupado por la acción y los efectos de los rayos del sol sobre los hombres y el mundo circundante, aunque lo habrían hecho sólo de manera lateral centrándose en los fenómenos físicos. Al mismo tiempo, sostienen que los antiguos egipcios y las culturas precolombinas como las maya y azteca también han avanzado al respecto, pero teniendo en cuenta sus sistemas de creencias, en los que el sol era una deidad central, los consideraron efectos de la acción divina. Scheißkerl, en su Zur Logik der Übertragung von der Sonnen Licht, sostendrá incluso que los rituales de sacrificios humanos de aquellas civilizaciones se han desarrollado bajo los efectos del contacto con los rayos del sol.
5) Casi un Luttes en Italie.
6) Adolph, José, en “El Anti-bestseller”.
Imagen de encabezado: collage extraído de la novela Une semaine de bonté, de Max Ernst.
- abril 04, 2016

domingo, 3 de abril de 2016

La búsqueda de una muerte digna es una falacia,
Karol Wojtyla.
Viven en una suerte de mundo alternativo
igualito a Disneyworld,
subvierte los códigos en uso.
Vivimos la muerte más o menos igual que en el oscurantismo:
te puede tocar pasarte toda una eternidad
en la Bagdad de estos días o en El Paso, Texas.
Me recuerda mucho a aquellas huestes fantasmales
de aquel cuento de Ray Bradbury, The Crowd:
los fetiches artesanales plantean
un cuadro de situación y un claro posicionamiento.
Yo nunca entendí la idea del dolor físico
como sinónimo de fortaleza espiritual
y, ahora, me perturba.
La vida ha evolucionado mucho más que la muerte…
La cosa tiene tal aire de parque temático:
está como está por culpa de una dieta para adelgazar.
Yo llegué a estar seguro de que el Papa
moriría el Viernes Santo
o, a más tardar, el Domingo de Resurrección;
Bussi aparecerá como Hitler;
sufriente pajarito de relojcucú,
una suerte de Pasión aggiornada,
digna de Mel Gibson,
pero deja de ser…
Imagen de encabezado: "El rostro de la guerra", Salvador Dalí.
- abril 03, 2016